Clarin, Argentina
Miércoles | 27.04.2005
EDITORIAL
El recuerdo del genocidio armenio
Hace casi un siglo comenzaban a desmembrarse los grandes imperios que
habà - an dominado el escenario mundial y surgà - an los impulsos
emancipadores de los modernos Estados nacionales.
Armenios y turcos eran, por entonces, dos pueblos que con vivà - an
dentro del Imperio Otomano, pero la lucha por la liberación nacional
del pueblo turco se convirtió también en un genocidio, el primero
del siglo veinte, contra los armenios.
Esa masacre, en la que se calcula que murieron un millón y medio de
personas por la sóla razón de su pertenencia étnica, cultural y
nacional, fue denunciada y recordada a lo largo de los últimos
noventa años hasta ganar un reconocimiento internacional
indiscutido. Falta que Turquà - a reconozca los hechos que hasta ahora
fueron negados sistemáticamente o justificados como parte de una
historia nacional inconmovible.
El genocidio del pueblo armenio es la primera gigantesca y ominosa
marca de un siglo que estuvo plagado de guerras y exterminios: las
guerras mundiales en Europa y Asia, el Holocausto del pueblo judà - o,
Hiroshima y Nagasaki, Corea y Vietnam y las guerras civiles en
Africa.
Más recientemente, parecidos desenfrenos criminales se ensañaron
con Bosnia, Kosovo, Chechenia, el Kurdistán y varios paà - ses
africanos en los que, como sigue ocurriendo en Sudán, una parte de
la población es condenada a muerte y asesinada por motivos étnicos.
La evocación del genocidio armenio tiene una contracara: Armenia es
hoy un paà - s soberano y el recuerdo de su martirio es también una
llama que alimenta la defensa de los derechos humanos y el respeto
entre pueblos y culturas.
El genocidio del pueblo armenio fue la primera marca ominosa de un
siglo plagado de exterminios. Su evocación es una forma de mantener
viva la memoria y fortalecer la protección de los derechos humanos
en todo el mundo.
Miércoles | 27.04.2005
EDITORIAL
El recuerdo del genocidio armenio
Hace casi un siglo comenzaban a desmembrarse los grandes imperios que
habà - an dominado el escenario mundial y surgà - an los impulsos
emancipadores de los modernos Estados nacionales.
Armenios y turcos eran, por entonces, dos pueblos que con vivà - an
dentro del Imperio Otomano, pero la lucha por la liberación nacional
del pueblo turco se convirtió también en un genocidio, el primero
del siglo veinte, contra los armenios.
Esa masacre, en la que se calcula que murieron un millón y medio de
personas por la sóla razón de su pertenencia étnica, cultural y
nacional, fue denunciada y recordada a lo largo de los últimos
noventa años hasta ganar un reconocimiento internacional
indiscutido. Falta que Turquà - a reconozca los hechos que hasta ahora
fueron negados sistemáticamente o justificados como parte de una
historia nacional inconmovible.
El genocidio del pueblo armenio es la primera gigantesca y ominosa
marca de un siglo que estuvo plagado de guerras y exterminios: las
guerras mundiales en Europa y Asia, el Holocausto del pueblo judà - o,
Hiroshima y Nagasaki, Corea y Vietnam y las guerras civiles en
Africa.
Más recientemente, parecidos desenfrenos criminales se ensañaron
con Bosnia, Kosovo, Chechenia, el Kurdistán y varios paà - ses
africanos en los que, como sigue ocurriendo en Sudán, una parte de
la población es condenada a muerte y asesinada por motivos étnicos.
La evocación del genocidio armenio tiene una contracara: Armenia es
hoy un paà - s soberano y el recuerdo de su martirio es también una
llama que alimenta la defensa de los derechos humanos y el respeto
entre pueblos y culturas.
El genocidio del pueblo armenio fue la primera marca ominosa de un
siglo plagado de exterminios. Su evocación es una forma de mantener
viva la memoria y fortalecer la protección de los derechos humanos
en todo el mundo.