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Armenia, la herida abierta de un exterminio silenciado

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  • Armenia, la herida abierta de un exterminio silenciado

    Diario Siglo XXI, España
    24 abril 2012


    Armenia, la herida abierta de un exterminio silenciado

    Nicolás de Miguel

    "A falta de la industrial máquina de muerte nazi, el extermino sufrido
    por los armenios, - y no podemos olvidar a sus desgraciados compañeros
    de calvario como asirios, caldeos, helenos pónticos y sirios -, tuvo
    esa impronta de piedra, fuego y hierro a través del abrasador desierto
    sirio, donde muerte, violación e inanición conformaron una tríada
    dantesca".

    Un 24 de Abril de 1915, en Estambul, la vieja Constantinopla
    grecobizantina, daba comienzo la gran carnicería, un intento de
    aniquilación total, el primer genocidio planificado, sistemático, del
    siglo XX. Se inició con absoluta precisión, comenzando por la élite
    sociocultural y religiosa y, una vez descabezada, se encarnizó con la
    totalidad del pueblo de la Armenia occidental. La comunidad armenia en
    el Imperio Otomano ya había sufrido otras persecuciones previas y
    preparatorias para su Holocausto. Una comunidad cuya cultura milenaria
    hunde sus raíces en un espacio geográfico reducido en la actualidad a
    su mínima expresión. Porque al genocidio físico debemos sumar el
    genocidio cultural como consecuencia de que un noventa por ciento, la
    Armenia histórica, además de la Cilicia, se ubicaba dentro los límites
    de la Sublime Puerta y actualmente en la heredera de aquélla, Turquía.

    El genocidio iniciado en la primavera de hace 97 años fue también,
    como no podía ser de otra manera, un crimen contra el Patrimonio
    cultural de la Humanidad amén de la expropiación, del robo de
    haciendas a gran escala. La Cuestión Armenia sigue siendo pues, una
    cuestión actual, una herida abierta por la que brota la sangre de un
    pueblo y que no cicatrizará hasta su reconocimiento final. Una
    cicatrización que no debe ni puede significar olvido. Todos sabemos
    que ocurre a los pueblos, a las naciones y a los ciudadanos cuando
    intentan sentar bases sólidas sobre el fango del silencio, del
    negacionismo, de la distorsión interesada de la realidad. La antorcha
    de la causa armenia es la llama de todos aquellos que defienden, por
    fea que sea, la verdad. Y sobre esta, la justicia, cimientos sobre los
    que fundamentar una sociedad de ciudadanos libres.

    Este genocidio nacional-cultural segó las vidas de más de millón y
    medio de armenios en las condiciones más espeluznantes que imaginarse
    pueda. A falta de la industrial máquina de muerte nazi, el exterminio
    sufrido por los armenios,- y no podemos olvidar a sus desgraciados
    compañeros de calvario como asirios, caldeos, helenos pónticos y
    sirios-, tuvo esa impronta de piedra, fuego y sable a través de los
    desiertos sirios donde muerte, violación y hambre conformaron la
    tríada dantesca que caracterizó la masacre de cientos de miles de
    inocentes a manos de los otomanos. No es la primera, ni penosamente
    será la última vez que escribo sobre este demencial suceso histórico.

    Y no me extenderé más sobre los relatos al alcance de cualquiera que
    quiera conocer esta verdad, esta injusticia nauseabunda cuya sola
    mención todavía está penada en Turquía. La columna de hoy quiere
    sumarse al recordatorio que en todos los rincones del mundo civilizado
    se realizan en un día de luto para Armenia. Un recuerdo vívido en el
    que para su difusión, lucha y reconocimiento la Diáspora jugó, juega
    un papel de primer orden. No en vano, es una Comunidad mucho más
    numerosa que la que mora en el pequeño Estado de la Transcaucasia. Y
    todos con el Ararat en la retina.

    Conmemoramos pues un día de luto para la Humanidad. Un día negro que
    los armenios, tanto del país transcaucásico como de la Diáspora, que
    rememoran con dolor y oraciones. Unas oraciones que practican hasta
    quiénes no son cristianos, ni siquiera creyentes, en honor a unos
    antepasados que no descansan en paz. Porque nunca o pocas veces, una
    religión fue a la vez bendición y cruz de un pueblo, un pueblo que es
    el epítome oriental de lo que antaño se conocía como Cristiandad. Una
    nación cuya situación en el mapa de la geoestrategia sigue
    condicionando su fortuna. Desde la declaración conjunta de Francia,
    Rusia y Gran Bretaña el 24 de Mayo de 1915 ,hasta la polémica,
    esperemos no malograda en un futuro, ley francesa de 2012 que pretende
    penalizar el negacionismo del genocidio armenio, un rosario de cuentas
    insuficientes jalonan el calendario de reconocimientos. Un
    reconocimiento entre los que no figura la firma española.


    http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/83576/armenia-la-herida-abierta-de-un-exterminio-silenciado

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