EL PAPA Y EL GENOCIDIO ARMENIO
"La Nacion" , Argentina
17 de junio de 2013
Para quienes conocemos la trayectoria personal del papa Francisco
y muy particularmente su amplísima, generosa y permanente vision y
actitud de perfiles ecumenicos no resulta demasiado sorprendente que el
Pontífice procure, de muy distintas maneras, acercarse constantemente
a los líderes religiosos provenientes de todos los rincones del mundo.
Por ello, la reciente visita a Roma del patriarca de Cilicia de
los catolicos armenios, su beatitud Nerses Bedros XIX Tarmouni,
parece absolutamente natural, particularmente cuando el visitante
concurrio a la cita acompañado de los jovenes directivos que conducen
el seminario armenio de Roma. Este grupo catolico, cabe recordar,
congrega a unos 350.000 fieles y tiene una fuerte presencia en Medio
Oriente, fundamentalmente en Turquía y en Egipto.
Durante esa visita, dos de los armenios que habían sido invitados a
la audiencia entregaron al Papa, como presente, un enorme crucifijo
de bronce. Al hacerlo, una mujer señalo a Francisco que su familia
había estado entre las víctimas del genocidio armenio, que fue
sustancialmente consumado contra ese pueblo en Turquía, entre 1915
y 1923, en tiempos del Imperio Otomano. La cruz adquirio entonces el
caracter de símbolo.
De este modo, la visita en sí misma tuvo, ademas, el tono de
recordatorio de uno de los genocidios de los que la humanidad ha sido
lamentablemente testigo. En este caso, de una tragedia enorme de la
que fue víctima todo un pueblo, el armenio. Un desastre provocado,
ciertamente, por seres humanos, el que no puede ignorarse y respecto
del cual no hay espacio para la torpe y obstinada negacion que algunos
todavía expresan.
Mas de un millon de armenios que en su momento perdieron la vida como
consecuencia de lo sucedido merecen no solo el respeto, sino tambien
el recuerdo permanente de todos por igual.
Callar o disimular lo ocurrido, incluyendo el exterminio y el destierro
forzado, ofende a las conciencias porque el genocidio es uno de los
crímenes mas atroces perpetrados por el hombre.
Mas aún, supone no comprender la necesidad de estar siempre dispuesto
a prevenir que, en el futuro, el crimen aberrante del genocidio no
vuelva a aparecer en la humanidad, que ciertamente lo ha padecido
en forma reiterada porque el genocidio es mucho mas que un crimen
cometido contra un pueblo en particular: es una conducta inaceptable,
que ofende a la nocion misma de humanidad.
Aquellos que pertenecen a pueblos que fueron blancos y víctimas de ese
abominable crimen saben bien que todos los genocidios, sin excepcion,
deben siempre reconocerse y denunciarse.
La audiencia concedida al patriarca de Cilicia nos ayuda a no olvidar
que el mundo ha sido escenario de verdaderas tragedias que, por su
triste contenido e inmensidad, no pueden repetirse. Por esa razon,
reiteramos, resulta inaceptable tratar de disimularlas, por el motivo
que fuere, cuando la reaccion debiera ser siempre de inequívoca
condena.
"La Nacion" , Argentina
17 de junio de 2013
Para quienes conocemos la trayectoria personal del papa Francisco
y muy particularmente su amplísima, generosa y permanente vision y
actitud de perfiles ecumenicos no resulta demasiado sorprendente que el
Pontífice procure, de muy distintas maneras, acercarse constantemente
a los líderes religiosos provenientes de todos los rincones del mundo.
Por ello, la reciente visita a Roma del patriarca de Cilicia de
los catolicos armenios, su beatitud Nerses Bedros XIX Tarmouni,
parece absolutamente natural, particularmente cuando el visitante
concurrio a la cita acompañado de los jovenes directivos que conducen
el seminario armenio de Roma. Este grupo catolico, cabe recordar,
congrega a unos 350.000 fieles y tiene una fuerte presencia en Medio
Oriente, fundamentalmente en Turquía y en Egipto.
Durante esa visita, dos de los armenios que habían sido invitados a
la audiencia entregaron al Papa, como presente, un enorme crucifijo
de bronce. Al hacerlo, una mujer señalo a Francisco que su familia
había estado entre las víctimas del genocidio armenio, que fue
sustancialmente consumado contra ese pueblo en Turquía, entre 1915
y 1923, en tiempos del Imperio Otomano. La cruz adquirio entonces el
caracter de símbolo.
De este modo, la visita en sí misma tuvo, ademas, el tono de
recordatorio de uno de los genocidios de los que la humanidad ha sido
lamentablemente testigo. En este caso, de una tragedia enorme de la
que fue víctima todo un pueblo, el armenio. Un desastre provocado,
ciertamente, por seres humanos, el que no puede ignorarse y respecto
del cual no hay espacio para la torpe y obstinada negacion que algunos
todavía expresan.
Mas de un millon de armenios que en su momento perdieron la vida como
consecuencia de lo sucedido merecen no solo el respeto, sino tambien
el recuerdo permanente de todos por igual.
Callar o disimular lo ocurrido, incluyendo el exterminio y el destierro
forzado, ofende a las conciencias porque el genocidio es uno de los
crímenes mas atroces perpetrados por el hombre.
Mas aún, supone no comprender la necesidad de estar siempre dispuesto
a prevenir que, en el futuro, el crimen aberrante del genocidio no
vuelva a aparecer en la humanidad, que ciertamente lo ha padecido
en forma reiterada porque el genocidio es mucho mas que un crimen
cometido contra un pueblo en particular: es una conducta inaceptable,
que ofende a la nocion misma de humanidad.
Aquellos que pertenecen a pueblos que fueron blancos y víctimas de ese
abominable crimen saben bien que todos los genocidios, sin excepcion,
deben siempre reconocerse y denunciarse.
La audiencia concedida al patriarca de Cilicia nos ayuda a no olvidar
que el mundo ha sido escenario de verdaderas tragedias que, por su
triste contenido e inmensidad, no pueden repetirse. Por esa razon,
reiteramos, resulta inaceptable tratar de disimularlas, por el motivo
que fuere, cuando la reaccion debiera ser siempre de inequívoca
condena.