Diario El País, Uruguay
5 sept 2013
El armenio y el armenio
En la ciudad de Rostov estuve en una cervecería, ya muy entrada la
noche, y vi a un camarero con chaquetilla blanca, que seguramente era
armenio; así que dije en nuestro lenguaje:
-¿Cómo está usted? Abata Dios su casa, ¿cómo está usted?
No sé por qué sabía que era armenio, pero lo sabía. No solo por la tez
morena, no por la nariz ganchuda, no por lo espeso y abundante de su
cabello, ni siquiera por la forma en que sus vivos ojos estaban
encajados en su cara. Hay muchos que tienen igual tez, igual curvatura
de la nariz, igual pelo e iguales ojos, pero no son armenios. Nuestra
tribu es muy notable; y yo iba camino de Armenia. Y a propósito:
deploro que no exista Armenia en ningún sitio. Es lamentable para mí
que no haya tal Armenia.
Existe una pequeña zona en Asia Menor a la que llaman Armenia, pero no
hay tal cosa. No es Armenia. Es una comarca. En esa comarca hay
montes, y llanuras, y ríos, y lagos y poblaciones, y todo es bello, y
no menos bello que todos los demás lugares del mundo; pero no es
Armenia. Solo hay armenios y estos habitan el mundo y no Armenia,
puesto que Armenia no existe. No existe Armenia, señoras, como no
existen América ni Inglaterra, ni Italia, ni Francia. Lo único que
existe es el mundo, señores.
Así que hablé en la tabernita rusa con un compatriota, un armenio
perdido en una tierra extranjera.
-Vy -dijo él, con la deliberada entonación de sorpresa que hace a
veces que nuestro idioma y modo de hablar estén tal colmados de
teatralidad-: ¿Es usted armenio?
Y quería decir que cómo podía ser armenio un extranjero como yo. Yo,
con mis zapatos, mi sombrero y acaso el reflejo de América en mi cara.
-¿Cómo ha encontrado usted este sitio? -añadió.
-Escuche, ladrón -repuse, afectuoso-; entré porque andaba paseando. ¿Y
cuál es su ciudad? ¿Dónde ha nacido? (En armenio se dice: "¿Dónde
entró usted en el mundo?")
-En Moush -repuso-. ¿Y adónde va usted? ¿Qué hace usted aquí? Usted es
americano. Se le ve por la ropa.
-¿Moush? -dije-. Me gusta esa ciudad. Me gustan los lugares que nunca
he visto, los sitios que ya no existen, y cuyos habitantes han muerto.
Mi padre, siendo joven, visitaba a veces esa ciudad.
¡Jesús, lo agradable que era encontrar a aquel moreno armenio de
Moush! Ustedes no tienen idea de lo grato que es para un armenio
encontrar a otro armenio en algún apartado rincón del mundo. Y sobre
todo en una taberna. En un sitio donde la gente bebe. No importaba la
mala calidad de la cerveza. No importaban las moscas. Y, ya en este
terreno, no importaba la dictadura. Ciertas cosas son sencillamente
imposibles de cambiar.
-Vy -dijo él con lenta y deliberada alegría-. Vy, vy. ¡Y habla usted
nuestro idioma! Es asombroso que no lo haya olvidado.
Y trajo dos vasos de la puerca cerveza rusa.
Y en seguida, las significativas gesticulaciones armenias. Las
palmadas en las rodillas. Las carcajadas. Los juramentos. La sutil
burla del mundo y de sus grandes ideas. El mundo en armenio, las
miradas, los gestos, las sonrisas, y a través de todo eso el rápido
resurgir de la raza, fuerte y por encima del tiempo a pesar de los
años pasados, de las ciudades destruidas, de los padres, hermanos e
hijos muertos, de los lugares olvidados, de los sueños atropellados,
de los vivientes corazones ennegrecidos por el odio.
Me gustaría ver si algún poder del mundo es capaz de destruir esa
raza, esa pequeña tribu de gentes sin importancia, ese pueblo cuya
historia ha terminado, cuyas guerras se han perdido, cuya estructura
se ha derrumbado, cuya literatura no se lee, cuya música no se oye,
cuyas plegarias ya no se pronuncian.
Vayan y destruyan esa raza. Repitan lo de 1915. Emprendan una guerra
en el mundo. Destruyan Armenia. Vean si pueden lograrlo. Expulsen a
los armenios al desierto. Niéguenles el pan y el agua. Quemen sus
casas y sus iglesias. Y veremos si no reviven. Si no vuelven a reír.
Si la raza no revivirá en cuanto dos o tres armenios se reúnan en una
taberna, veinte años después, para reír y hablar en su idioma. Vayan,
vean si pueden hacer algo de eso. Vean si pueden impedirles que se
burlen de las grandes ideas del mundo. Vayan, hijos de perra; hay un
par de armenios hablando en el mundo. Adelántense y traten de
destruirlos.
Nueva York, agosto de 1935
El autor
William Saroyan (1908-1981) nació y murió en Fresno (California). Hijo
de un inmigrante armenio que murió cuando él tenía tres años, vivió
algún tiempo con sus hermanos en un orfanato, hasta reunirse con su
madre en Fresno. Trabajó duramente para dedicarse a la escritura,
después de ver escritos de su padre. Su primer gran impacto fue el
cuento "El joven audaz sobre el trapecio volante", publicado en la
revista Story en 1934. Su mundo de experiencias duras y esperanzas
resistentes encontró un eco masivo en los años de la Gran Depresión.
Publicaba a menudo en la prensa armenia. Escribió novelas, ensayos,
dramas, memorias. Algunos de sus relatos y su novela La comedia humana
fueron llevados al cine. Otros libros: El problema con los tigres, Me
llamo Aran, Mamá, te quiero, Papá, estás loco, Obituarios,
Nacimientos. El relato de esta página fue tomado de Respirando en el
mundo(Plaza &) Janés, 1963).
http://www.elpais.com.uy/cultural/armenio-armenio.html
5 sept 2013
El armenio y el armenio
En la ciudad de Rostov estuve en una cervecería, ya muy entrada la
noche, y vi a un camarero con chaquetilla blanca, que seguramente era
armenio; así que dije en nuestro lenguaje:
-¿Cómo está usted? Abata Dios su casa, ¿cómo está usted?
No sé por qué sabía que era armenio, pero lo sabía. No solo por la tez
morena, no por la nariz ganchuda, no por lo espeso y abundante de su
cabello, ni siquiera por la forma en que sus vivos ojos estaban
encajados en su cara. Hay muchos que tienen igual tez, igual curvatura
de la nariz, igual pelo e iguales ojos, pero no son armenios. Nuestra
tribu es muy notable; y yo iba camino de Armenia. Y a propósito:
deploro que no exista Armenia en ningún sitio. Es lamentable para mí
que no haya tal Armenia.
Existe una pequeña zona en Asia Menor a la que llaman Armenia, pero no
hay tal cosa. No es Armenia. Es una comarca. En esa comarca hay
montes, y llanuras, y ríos, y lagos y poblaciones, y todo es bello, y
no menos bello que todos los demás lugares del mundo; pero no es
Armenia. Solo hay armenios y estos habitan el mundo y no Armenia,
puesto que Armenia no existe. No existe Armenia, señoras, como no
existen América ni Inglaterra, ni Italia, ni Francia. Lo único que
existe es el mundo, señores.
Así que hablé en la tabernita rusa con un compatriota, un armenio
perdido en una tierra extranjera.
-Vy -dijo él, con la deliberada entonación de sorpresa que hace a
veces que nuestro idioma y modo de hablar estén tal colmados de
teatralidad-: ¿Es usted armenio?
Y quería decir que cómo podía ser armenio un extranjero como yo. Yo,
con mis zapatos, mi sombrero y acaso el reflejo de América en mi cara.
-¿Cómo ha encontrado usted este sitio? -añadió.
-Escuche, ladrón -repuse, afectuoso-; entré porque andaba paseando. ¿Y
cuál es su ciudad? ¿Dónde ha nacido? (En armenio se dice: "¿Dónde
entró usted en el mundo?")
-En Moush -repuso-. ¿Y adónde va usted? ¿Qué hace usted aquí? Usted es
americano. Se le ve por la ropa.
-¿Moush? -dije-. Me gusta esa ciudad. Me gustan los lugares que nunca
he visto, los sitios que ya no existen, y cuyos habitantes han muerto.
Mi padre, siendo joven, visitaba a veces esa ciudad.
¡Jesús, lo agradable que era encontrar a aquel moreno armenio de
Moush! Ustedes no tienen idea de lo grato que es para un armenio
encontrar a otro armenio en algún apartado rincón del mundo. Y sobre
todo en una taberna. En un sitio donde la gente bebe. No importaba la
mala calidad de la cerveza. No importaban las moscas. Y, ya en este
terreno, no importaba la dictadura. Ciertas cosas son sencillamente
imposibles de cambiar.
-Vy -dijo él con lenta y deliberada alegría-. Vy, vy. ¡Y habla usted
nuestro idioma! Es asombroso que no lo haya olvidado.
Y trajo dos vasos de la puerca cerveza rusa.
Y en seguida, las significativas gesticulaciones armenias. Las
palmadas en las rodillas. Las carcajadas. Los juramentos. La sutil
burla del mundo y de sus grandes ideas. El mundo en armenio, las
miradas, los gestos, las sonrisas, y a través de todo eso el rápido
resurgir de la raza, fuerte y por encima del tiempo a pesar de los
años pasados, de las ciudades destruidas, de los padres, hermanos e
hijos muertos, de los lugares olvidados, de los sueños atropellados,
de los vivientes corazones ennegrecidos por el odio.
Me gustaría ver si algún poder del mundo es capaz de destruir esa
raza, esa pequeña tribu de gentes sin importancia, ese pueblo cuya
historia ha terminado, cuyas guerras se han perdido, cuya estructura
se ha derrumbado, cuya literatura no se lee, cuya música no se oye,
cuyas plegarias ya no se pronuncian.
Vayan y destruyan esa raza. Repitan lo de 1915. Emprendan una guerra
en el mundo. Destruyan Armenia. Vean si pueden lograrlo. Expulsen a
los armenios al desierto. Niéguenles el pan y el agua. Quemen sus
casas y sus iglesias. Y veremos si no reviven. Si no vuelven a reír.
Si la raza no revivirá en cuanto dos o tres armenios se reúnan en una
taberna, veinte años después, para reír y hablar en su idioma. Vayan,
vean si pueden hacer algo de eso. Vean si pueden impedirles que se
burlen de las grandes ideas del mundo. Vayan, hijos de perra; hay un
par de armenios hablando en el mundo. Adelántense y traten de
destruirlos.
Nueva York, agosto de 1935
El autor
William Saroyan (1908-1981) nació y murió en Fresno (California). Hijo
de un inmigrante armenio que murió cuando él tenía tres años, vivió
algún tiempo con sus hermanos en un orfanato, hasta reunirse con su
madre en Fresno. Trabajó duramente para dedicarse a la escritura,
después de ver escritos de su padre. Su primer gran impacto fue el
cuento "El joven audaz sobre el trapecio volante", publicado en la
revista Story en 1934. Su mundo de experiencias duras y esperanzas
resistentes encontró un eco masivo en los años de la Gran Depresión.
Publicaba a menudo en la prensa armenia. Escribió novelas, ensayos,
dramas, memorias. Algunos de sus relatos y su novela La comedia humana
fueron llevados al cine. Otros libros: El problema con los tigres, Me
llamo Aran, Mamá, te quiero, Papá, estás loco, Obituarios,
Nacimientos. El relato de esta página fue tomado de Respirando en el
mundo(Plaza &) Janés, 1963).
http://www.elpais.com.uy/cultural/armenio-armenio.html