ARMENIA, HUELLAS MILENARIAS
Clarín.com, Argentina
6 abril 2015
Itinerarios / Armenia
Atravesado por las montañas del Caucaso, valles y ríos, este país
asiatico atesora una infinidad de monumentos, iglesias y antiguas
tradiciones. Ademas, los sabores típicos y el encanto de Ierevan,
la capital.
Cristian Sirouyan
Tallado por los rocosos perfiles del Caucaso, Armenia es un entramado
de montañas, ríos de agua helada y transparente y valles recortados
por rutas de pavimento, cada tanto interrumpidos por crateres que
imponen desafíos al paseo por este milenario país de Asia Menor. Sea
cual fuere el lugar y el momento que sorprenden los pasos de los
forasteros, los dos conos eternamente blancos del monte Ararat copan la
escena. Imperturbables, ocupan un primerísimo plano servido para filmar
y fotografiar. Alrededor, la planicie florecida por la primavera se
pierde bajo un horizonte brumoso, que tambien amaga con borronear la
silueta de la montaña bíblica. El maximo símbolo del pueblo armenio
-donde, según relata la Biblia, se poso el Arca de Noe para quedar a
salvo del Diluvio Universal- representa una paradoja en esta region
signada por las conquistas: sus 5.200 metros de altura se elevan mas
alla del río Arax, del otro lado de la frontera con Turquía.
El pasado inalterado refleja un derrotero que se inicio 12 mil
años antes de la era cristiana y se distingue con cierto esfuerzo
entre los contornos de Turquía, Iran, Azerbaijan y Georgia. Hasta
las mas modernas de las fuentes de agua que muestra orgullosa la
capital Ierevan (tambien conocida como Erevan o Yerevan) remite a
otros tiempos. Su diseño puede responder a líneas romanas (de fuerte
influencia entre los siglos I aC. y IV de esta era), arabes (dominaron
Armenia desde el siglo VI hasta el siglo IX), asirias, helenas,
persas, egipcias, kurdas o rusas. Fueron tantas las culturas que,
según el caso, se ocuparon de maltratar o enriquecer este apetecido
manojo de tierra y piedra, que los armenios sembraron el suelo rocoso
de señales perdurables para afirmar su propia identidad. Es facil aquí
perder la nocion del patrimonio que fusiona el presente con el pasado:
unos 40 mil monumentos historicos estan desperdigados en la placida
atmosfera de valles, montañas y desfiladeros, vigilada con celo por
grullas y aguilas.
Museo de manuscritos
Para retroceder en el tiempo con celeridad, los primeros testimonios
se pueden rastrear en el Matenadaran, construido en el area centrica
de Ierevan. Este museo de manuscritos antiguos almacena 16 mil
documentos en armenio, latín, arabe, ruso, griego, hebreo, etíope,
georgiano, sirio, frances y japones. La infaltable postal del Ararat
se cuela por los ventanales de este soberbio edificio. La vista sin
obstaculos del legendario monte solo desaparece en el valle del río
Hraztan. Sin embargo, su nombre resurge entre la veintena de cafes
y restaurantes posados sobre la orilla. Las mesas son distendidos
balcones, rozados por las ramas de arboles pardí, que tiñen de verde
el centro de la ciudad. Chorrillos de agua de manantial salpican el
camino, que zigzaguea entre diques con cascadas y el río caudaloso,
que no deja de exhibir su fondo de rocas.
En Dzaghgatsor ("Valle de flores"), 60 km al norte de Ierevan, los
turistas son transferidos de aquel reconfortante ambito de naturaleza
urbana a un espectacular bosque de colores. Conviene disfrutarlo desde
la privilegiada perspectiva de un circuito de aerosillas que aterriza
en una pista de esquí. Abajo, un hilo de agua de deshielo y el sonido
entrecortado de cigarras componen un murmullo casi imperceptible,
cada tanto opacado por los gritos de familias que disfrutan de un
picnic en un escenario idílico.
A 20 km de Dzaghgatsor, rumbo al lago Sevan, la combi parece a punto
de explotar. Doce turistas bailan como pueden el ritmo pegadizo de
"Sarerí kamí" ("Viento de las montañas"), que propone desde un cd la
voz de Harout Pamboukdjian, a fuerza de zhurna, dudúg (instrumentos
de viento) y dhol, un tambor que se bate con las manos. La fiesta
ambulante despabila a los vecinos de la aldea Noratús, a orillas del
principal balneario de Armenia, que consiguen capear su timidez con
palmas y sonrisas anchas. El origen volcanico de la zona se adivina
por el color oscuro de la arena, que recubre reservas de basalto,
granito y duf, la piedra característica de Armenia. Tambien aquí
la mayor atencion vira hacia las alturas. El morro de una península
avanza como una profunda estocada hasta el centro del lago y despliega
un mirador del paisaje azul, coronado al fondo por el cordon montañoso.
Los visitantes se apuran por trepar los 233 escalones que conducen
a Guecharís, dos iglesias gemelas construidas entre los siglos XI
y XIII. Sobre el pastizal que tiñe la colina de amarillo palido
se entremezclan decenas de jachkar (cruces que promedian 3 metros
de altura, talladas en piedra) con las melancolicas melodías del
trovador Sayat Nova y el religioso Gomidas que despide la mandolina
de Mikael Agopian. Su visible estado de felicidad parece contagiar
a la turista Takuhí Karnikian, tambien seducida para siempre por el
influjo del lago Sevan.
Pese a que todos los caminos de Armenia se sumergen en una abrumadora
secuencia de símbolos, a los que periodicamente los pobladores rinden
culto para reafirmar su tradicion cristiana, en el templo de Garní,
a 30 km de Ierevan, todavía reinan las señales paganas. Como un bastion
que desafía desde lo alto de una meseta alargada, el último testimonio
politeísta visible obliga de entrada a reverenciar a las deidades
naturales: el cuerpo se inclina sobre cada uno de los escalones
demasiado altos y el sol impiadoso obnubila la vista. Repentinamente,
se agigantan las 24 columnas jonicas que sostienen la construccion,
emplazada en el siglo I antes de la era cristiana junto a la residencia
veraniega de los reyes armenios.
Haik, el creador de Armenia
Alrededor se multiplican las iglesias que conservan innumerables
estilos de arquitectura sacra, pero que respetan sin excepciones la
traza interior cruciforme. La antiguedad de los solidos íconos de la fe
(los templos y las moles de cruces talladas) se calcula por siglos.
Remiten a la adopcion del cristianismo como religion oficial en el año
301, un hito clave en la suerte corrida por los descendientes de Haik
(el creador de Haiastan o Armenia). Por estos días, Echmiadzín, la
sede mundial de la Iglesia Apostolica Armenia esta abocada a alentar la
participacion de los fieles en los actos organizados para conmemorar en
este país y su diaspora -diseminada en los cinco continentes desde que
cientos de miles de personas fueran desterradas por el Imperio otomano-
el centenario del primer genocidio del siglo XX. La ceremonia central
se llevara a cabo el 24 de abril en Dzidzernagapert, en la periferia
de Ierevan, donde en 1965 fue construido el monumento que recuerda
a 1.500.000 armenios masacrados por los turcos medio siglo antes.
Por un rato, la vegetacion que adorna la ruta desde la capital
en direccion a Keghart desplaza la supremacía de las centenarias
construcciones. Desde el suelo rocoso se dispara el brillo de las
piedras tuf y sadanaí achk (ojo de Satanas) y los tonos de rojo,
amarillo y violeta de los sauces se alternan con el verde oscuro de un
pinar. De pronto, en el horizonte bailotea una infinidad de pañuelos
multicolores suspendidos en las ramas de un arbol, que conserva en
silencio los mejores deseos de la gente que concurre al Monasterio de
Keghart. El complejo de tres niveles fue levantado entre los siglos
IV y XI, despues de que fuera perforada la roca.
Los túneles abiertos detras del atrio conducen un paseo por la
penumbra, que oscurece una pileta llena de monedas y mensajes
escritos. El eco de cualquier voz permanece durante mas de un minuto
en esta sugerente caverna, como para estremecer hasta el espíritu
menos sensible. Por las dudas, el guía Hovíg Stepanian se anima con
un canto litúrgico y su voz -grave y afinada- confirma el fenomeno.
A la hora del regreso, oscurece en Ierevan. Es el momento indicado
para amargar el paladar con un cafe con borra y, simultaneamente,
endulzarlo con un empalagoso kadaíf (postre de hojaldre, con almíbar
y nuez) en alguno de los bares reproducidos como plaga en los parques
públicos y bulevares, donde niños juguetean entre fuentes de agua y
maceteros llenos de flores. El final de la jornada, estrellado y con
una agradable brisa fresca, tambien es propicio para elegir uno de
los 80 sencillos carritos de la calle Broshian (cerca del estadio de
fútbol Hraztan) y dar cuenta de un kebab (brochette de carne picada
de vaca o cordero) y jorovadz (trozos asados de carne de cordero y
cerdo y cebolla, envueltos en pan lavash).
A la mañana, la gastronomía típica vuelve a ser el tema excluyente que
agita la curiosidad y el apetito en un mercado popular de la avenida
Mesrob Mashdots, repleto de frutas y verduras frescas que acaban
de llegar del campo, lacteos, carne, nueces, duraznos y damascos
secos y tiras colgadas del inigualable sudjúj, un dulce elaborado
artesanalmente con jugo de uva y trozos de nuez.
Las plazas del centro de Ierevan y el remodelado paseo Cascade semejan
planos inclinados que atraen a miles de jovenes y ancianos.
Nadie parece quedar al margen de la silenciosa multitud que pasa
horas jugando al ajedrez y tavlí (parecido al backgammon), mientras
analiza la siguiente jugada comiendo gud (semilla de calabaza). Una
respetuosa platea de admiradores los observa, apoyada sobre esculturas
y monumentos de marmol blanco.
No bien traspasa las últimas señales urbanas de la capital, la ruta
de 70 km que deja atras Ierevan con rumbo oeste desenrolla la primera
panoramica contundente de los cuatro picos nevados del Aragats. La
cumbre mas alta del país (de 4.100 metros inmaculadamente blancos)
parece una figura irreal al fondo de la ancha pradera verde, salpicada
de flores silvestres, agrupadas en racimos rojos, amarillos, lilas
y rosados.
A la izquierda, de entre las nubes resaltadas por los destellos
del sol vuelve a emerger el otro gigante que matizara la excursion:
el omnipresente monte Ararat. A 30 km de Ierevan, las miradas viran
hacia el puente de piedra de Ashdarag, que desde el siglo VII corona
el impresionante cañon del río Kasaj. A 25 km de Abaran, tres vecinos
de este pueblo privilegiado por la proximidad del Aragats muestran
el Parque de las Letras Armenias como el fin de un sueño de larga data.
"Cuando eramos parte de la Union Sovietica, hasta la Independencia
de Armenia -declarada en 1991-, limpiaba la estatua de Lenin. Ahora
cuido este paseo, un jachkar y la efigie de Mesrob Mashdots, creador
del alfabeto armenio en el siglo V", revela Hrant Guluzian desde uno
de los 36 caracteres tallados sobre rocas de 3 metros de alto.
Asado en la cumbre
Una hora mas tarde, el asador Edvard Gostanian anuncia la llegada
al techo de la montaña, donde la nieve y un viento frío delinean un
paisaje repentinamente invernal. Cuatro mesas al aire libre estan
dispuestas para almorzar jash -patas de cerdo cocidas en su jugo-
y pescado sig, cobijados por el Aragats y con la impecable presencia
del Ararat al frente. Dos horas despues desandamos la ladera y el
pastizal vuelve a ofrecer su compañía luminosa y multicolor. Esta
vez, el monte bíblico se sitúa como guardian a espaldas de las
ruinas de Ampert, una fortaleza del siglo VII reconstruida cuatro
siglos despues. Sobre una colina bordeada por un inquietante vacío,
los armenios erigieron en el siglo XI la iglesia Santa María.
El legado del pasado de Armenia presenta mas misterios a desentrañar
a 217 km al sur de la capital. Cerca de Sisian, un círculo irregular
de rocas resalta sobre el suelo tapizado de hierba amarilla y ceniza
volcanica. Una placa amarillo-verdosa de musgo oculta la corteza
aspera de los 204 gigantes de basalto de Zorats Karer ("Fortaleza
de piedras"), cuyos espigados cuerpos de entre 50 centímetros y 3
metros de alto y 10 toneladas de peso resisten de pie los vientos
implacables del Caucaso: un enigma que astrofísicos, antropologos y
geologos develan en cuentagotas desde los años 80. Apenas lograron
determinar que estas moles fueron levantadas hace mas de 4 mil años.
Desde algún recodo de las alturas baja Anahid, de 80 años, que camina
seis horas diarias para arrancarle flores al suelo ajado de su tierra y
ofrecerlas por unas monedas. "Soy parte de estas montañas. De a poco,
en lugar de enemigos llega gente que admira este país", susurra,
al tiempo que estira su mano arrugada para regalar el racimo mas
grueso. Es inútil recobrar la nocion del tiempo. En Armenia, es
siempre un dato imprecise.
http://www.clarin.com/todoviajes/armenia-cultura-milenario-ierevan-ararat_0_1331868452.html
From: Emil Lazarian | Ararat NewsPress
Clarín.com, Argentina
6 abril 2015
Itinerarios / Armenia
Atravesado por las montañas del Caucaso, valles y ríos, este país
asiatico atesora una infinidad de monumentos, iglesias y antiguas
tradiciones. Ademas, los sabores típicos y el encanto de Ierevan,
la capital.
Cristian Sirouyan
Tallado por los rocosos perfiles del Caucaso, Armenia es un entramado
de montañas, ríos de agua helada y transparente y valles recortados
por rutas de pavimento, cada tanto interrumpidos por crateres que
imponen desafíos al paseo por este milenario país de Asia Menor. Sea
cual fuere el lugar y el momento que sorprenden los pasos de los
forasteros, los dos conos eternamente blancos del monte Ararat copan la
escena. Imperturbables, ocupan un primerísimo plano servido para filmar
y fotografiar. Alrededor, la planicie florecida por la primavera se
pierde bajo un horizonte brumoso, que tambien amaga con borronear la
silueta de la montaña bíblica. El maximo símbolo del pueblo armenio
-donde, según relata la Biblia, se poso el Arca de Noe para quedar a
salvo del Diluvio Universal- representa una paradoja en esta region
signada por las conquistas: sus 5.200 metros de altura se elevan mas
alla del río Arax, del otro lado de la frontera con Turquía.
El pasado inalterado refleja un derrotero que se inicio 12 mil
años antes de la era cristiana y se distingue con cierto esfuerzo
entre los contornos de Turquía, Iran, Azerbaijan y Georgia. Hasta
las mas modernas de las fuentes de agua que muestra orgullosa la
capital Ierevan (tambien conocida como Erevan o Yerevan) remite a
otros tiempos. Su diseño puede responder a líneas romanas (de fuerte
influencia entre los siglos I aC. y IV de esta era), arabes (dominaron
Armenia desde el siglo VI hasta el siglo IX), asirias, helenas,
persas, egipcias, kurdas o rusas. Fueron tantas las culturas que,
según el caso, se ocuparon de maltratar o enriquecer este apetecido
manojo de tierra y piedra, que los armenios sembraron el suelo rocoso
de señales perdurables para afirmar su propia identidad. Es facil aquí
perder la nocion del patrimonio que fusiona el presente con el pasado:
unos 40 mil monumentos historicos estan desperdigados en la placida
atmosfera de valles, montañas y desfiladeros, vigilada con celo por
grullas y aguilas.
Museo de manuscritos
Para retroceder en el tiempo con celeridad, los primeros testimonios
se pueden rastrear en el Matenadaran, construido en el area centrica
de Ierevan. Este museo de manuscritos antiguos almacena 16 mil
documentos en armenio, latín, arabe, ruso, griego, hebreo, etíope,
georgiano, sirio, frances y japones. La infaltable postal del Ararat
se cuela por los ventanales de este soberbio edificio. La vista sin
obstaculos del legendario monte solo desaparece en el valle del río
Hraztan. Sin embargo, su nombre resurge entre la veintena de cafes
y restaurantes posados sobre la orilla. Las mesas son distendidos
balcones, rozados por las ramas de arboles pardí, que tiñen de verde
el centro de la ciudad. Chorrillos de agua de manantial salpican el
camino, que zigzaguea entre diques con cascadas y el río caudaloso,
que no deja de exhibir su fondo de rocas.
En Dzaghgatsor ("Valle de flores"), 60 km al norte de Ierevan, los
turistas son transferidos de aquel reconfortante ambito de naturaleza
urbana a un espectacular bosque de colores. Conviene disfrutarlo desde
la privilegiada perspectiva de un circuito de aerosillas que aterriza
en una pista de esquí. Abajo, un hilo de agua de deshielo y el sonido
entrecortado de cigarras componen un murmullo casi imperceptible,
cada tanto opacado por los gritos de familias que disfrutan de un
picnic en un escenario idílico.
A 20 km de Dzaghgatsor, rumbo al lago Sevan, la combi parece a punto
de explotar. Doce turistas bailan como pueden el ritmo pegadizo de
"Sarerí kamí" ("Viento de las montañas"), que propone desde un cd la
voz de Harout Pamboukdjian, a fuerza de zhurna, dudúg (instrumentos
de viento) y dhol, un tambor que se bate con las manos. La fiesta
ambulante despabila a los vecinos de la aldea Noratús, a orillas del
principal balneario de Armenia, que consiguen capear su timidez con
palmas y sonrisas anchas. El origen volcanico de la zona se adivina
por el color oscuro de la arena, que recubre reservas de basalto,
granito y duf, la piedra característica de Armenia. Tambien aquí
la mayor atencion vira hacia las alturas. El morro de una península
avanza como una profunda estocada hasta el centro del lago y despliega
un mirador del paisaje azul, coronado al fondo por el cordon montañoso.
Los visitantes se apuran por trepar los 233 escalones que conducen
a Guecharís, dos iglesias gemelas construidas entre los siglos XI
y XIII. Sobre el pastizal que tiñe la colina de amarillo palido
se entremezclan decenas de jachkar (cruces que promedian 3 metros
de altura, talladas en piedra) con las melancolicas melodías del
trovador Sayat Nova y el religioso Gomidas que despide la mandolina
de Mikael Agopian. Su visible estado de felicidad parece contagiar
a la turista Takuhí Karnikian, tambien seducida para siempre por el
influjo del lago Sevan.
Pese a que todos los caminos de Armenia se sumergen en una abrumadora
secuencia de símbolos, a los que periodicamente los pobladores rinden
culto para reafirmar su tradicion cristiana, en el templo de Garní,
a 30 km de Ierevan, todavía reinan las señales paganas. Como un bastion
que desafía desde lo alto de una meseta alargada, el último testimonio
politeísta visible obliga de entrada a reverenciar a las deidades
naturales: el cuerpo se inclina sobre cada uno de los escalones
demasiado altos y el sol impiadoso obnubila la vista. Repentinamente,
se agigantan las 24 columnas jonicas que sostienen la construccion,
emplazada en el siglo I antes de la era cristiana junto a la residencia
veraniega de los reyes armenios.
Haik, el creador de Armenia
Alrededor se multiplican las iglesias que conservan innumerables
estilos de arquitectura sacra, pero que respetan sin excepciones la
traza interior cruciforme. La antiguedad de los solidos íconos de la fe
(los templos y las moles de cruces talladas) se calcula por siglos.
Remiten a la adopcion del cristianismo como religion oficial en el año
301, un hito clave en la suerte corrida por los descendientes de Haik
(el creador de Haiastan o Armenia). Por estos días, Echmiadzín, la
sede mundial de la Iglesia Apostolica Armenia esta abocada a alentar la
participacion de los fieles en los actos organizados para conmemorar en
este país y su diaspora -diseminada en los cinco continentes desde que
cientos de miles de personas fueran desterradas por el Imperio otomano-
el centenario del primer genocidio del siglo XX. La ceremonia central
se llevara a cabo el 24 de abril en Dzidzernagapert, en la periferia
de Ierevan, donde en 1965 fue construido el monumento que recuerda
a 1.500.000 armenios masacrados por los turcos medio siglo antes.
Por un rato, la vegetacion que adorna la ruta desde la capital
en direccion a Keghart desplaza la supremacía de las centenarias
construcciones. Desde el suelo rocoso se dispara el brillo de las
piedras tuf y sadanaí achk (ojo de Satanas) y los tonos de rojo,
amarillo y violeta de los sauces se alternan con el verde oscuro de un
pinar. De pronto, en el horizonte bailotea una infinidad de pañuelos
multicolores suspendidos en las ramas de un arbol, que conserva en
silencio los mejores deseos de la gente que concurre al Monasterio de
Keghart. El complejo de tres niveles fue levantado entre los siglos
IV y XI, despues de que fuera perforada la roca.
Los túneles abiertos detras del atrio conducen un paseo por la
penumbra, que oscurece una pileta llena de monedas y mensajes
escritos. El eco de cualquier voz permanece durante mas de un minuto
en esta sugerente caverna, como para estremecer hasta el espíritu
menos sensible. Por las dudas, el guía Hovíg Stepanian se anima con
un canto litúrgico y su voz -grave y afinada- confirma el fenomeno.
A la hora del regreso, oscurece en Ierevan. Es el momento indicado
para amargar el paladar con un cafe con borra y, simultaneamente,
endulzarlo con un empalagoso kadaíf (postre de hojaldre, con almíbar
y nuez) en alguno de los bares reproducidos como plaga en los parques
públicos y bulevares, donde niños juguetean entre fuentes de agua y
maceteros llenos de flores. El final de la jornada, estrellado y con
una agradable brisa fresca, tambien es propicio para elegir uno de
los 80 sencillos carritos de la calle Broshian (cerca del estadio de
fútbol Hraztan) y dar cuenta de un kebab (brochette de carne picada
de vaca o cordero) y jorovadz (trozos asados de carne de cordero y
cerdo y cebolla, envueltos en pan lavash).
A la mañana, la gastronomía típica vuelve a ser el tema excluyente que
agita la curiosidad y el apetito en un mercado popular de la avenida
Mesrob Mashdots, repleto de frutas y verduras frescas que acaban
de llegar del campo, lacteos, carne, nueces, duraznos y damascos
secos y tiras colgadas del inigualable sudjúj, un dulce elaborado
artesanalmente con jugo de uva y trozos de nuez.
Las plazas del centro de Ierevan y el remodelado paseo Cascade semejan
planos inclinados que atraen a miles de jovenes y ancianos.
Nadie parece quedar al margen de la silenciosa multitud que pasa
horas jugando al ajedrez y tavlí (parecido al backgammon), mientras
analiza la siguiente jugada comiendo gud (semilla de calabaza). Una
respetuosa platea de admiradores los observa, apoyada sobre esculturas
y monumentos de marmol blanco.
No bien traspasa las últimas señales urbanas de la capital, la ruta
de 70 km que deja atras Ierevan con rumbo oeste desenrolla la primera
panoramica contundente de los cuatro picos nevados del Aragats. La
cumbre mas alta del país (de 4.100 metros inmaculadamente blancos)
parece una figura irreal al fondo de la ancha pradera verde, salpicada
de flores silvestres, agrupadas en racimos rojos, amarillos, lilas
y rosados.
A la izquierda, de entre las nubes resaltadas por los destellos
del sol vuelve a emerger el otro gigante que matizara la excursion:
el omnipresente monte Ararat. A 30 km de Ierevan, las miradas viran
hacia el puente de piedra de Ashdarag, que desde el siglo VII corona
el impresionante cañon del río Kasaj. A 25 km de Abaran, tres vecinos
de este pueblo privilegiado por la proximidad del Aragats muestran
el Parque de las Letras Armenias como el fin de un sueño de larga data.
"Cuando eramos parte de la Union Sovietica, hasta la Independencia
de Armenia -declarada en 1991-, limpiaba la estatua de Lenin. Ahora
cuido este paseo, un jachkar y la efigie de Mesrob Mashdots, creador
del alfabeto armenio en el siglo V", revela Hrant Guluzian desde uno
de los 36 caracteres tallados sobre rocas de 3 metros de alto.
Asado en la cumbre
Una hora mas tarde, el asador Edvard Gostanian anuncia la llegada
al techo de la montaña, donde la nieve y un viento frío delinean un
paisaje repentinamente invernal. Cuatro mesas al aire libre estan
dispuestas para almorzar jash -patas de cerdo cocidas en su jugo-
y pescado sig, cobijados por el Aragats y con la impecable presencia
del Ararat al frente. Dos horas despues desandamos la ladera y el
pastizal vuelve a ofrecer su compañía luminosa y multicolor. Esta
vez, el monte bíblico se sitúa como guardian a espaldas de las
ruinas de Ampert, una fortaleza del siglo VII reconstruida cuatro
siglos despues. Sobre una colina bordeada por un inquietante vacío,
los armenios erigieron en el siglo XI la iglesia Santa María.
El legado del pasado de Armenia presenta mas misterios a desentrañar
a 217 km al sur de la capital. Cerca de Sisian, un círculo irregular
de rocas resalta sobre el suelo tapizado de hierba amarilla y ceniza
volcanica. Una placa amarillo-verdosa de musgo oculta la corteza
aspera de los 204 gigantes de basalto de Zorats Karer ("Fortaleza
de piedras"), cuyos espigados cuerpos de entre 50 centímetros y 3
metros de alto y 10 toneladas de peso resisten de pie los vientos
implacables del Caucaso: un enigma que astrofísicos, antropologos y
geologos develan en cuentagotas desde los años 80. Apenas lograron
determinar que estas moles fueron levantadas hace mas de 4 mil años.
Desde algún recodo de las alturas baja Anahid, de 80 años, que camina
seis horas diarias para arrancarle flores al suelo ajado de su tierra y
ofrecerlas por unas monedas. "Soy parte de estas montañas. De a poco,
en lugar de enemigos llega gente que admira este país", susurra,
al tiempo que estira su mano arrugada para regalar el racimo mas
grueso. Es inútil recobrar la nocion del tiempo. En Armenia, es
siempre un dato imprecise.
http://www.clarin.com/todoviajes/armenia-cultura-milenario-ierevan-ararat_0_1331868452.html
From: Emil Lazarian | Ararat NewsPress