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Armenia, Huellas Milenarias

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    ARMENIA, HUELLAS MILENARIAS

    Clarín.com, Argentina
    6 abril 2015

    Itinerarios / Armenia

    Atravesado por las montañas del Caucaso, valles y ríos, este país
    asiatico atesora una infinidad de monumentos, iglesias y antiguas
    tradiciones. Ademas, los sabores típicos y el encanto de Ierevan,
    la capital.

    Cristian Sirouyan

    Tallado por los rocosos perfiles del Caucaso, Armenia es un entramado
    de montañas, ríos de agua helada y transparente y valles recortados
    por rutas de pavimento, cada tanto interrumpidos por crateres que
    imponen desafíos al paseo por este milenario país de Asia Menor. Sea
    cual fuere el lugar y el momento que sorprenden los pasos de los
    forasteros, los dos conos eternamente blancos del monte Ararat copan la
    escena. Imperturbables, ocupan un primerísimo plano servido para filmar
    y fotografiar. Alrededor, la planicie florecida por la primavera se
    pierde bajo un horizonte brumoso, que tambien amaga con borronear la
    silueta de la montaña bíblica. El maximo símbolo del pueblo armenio
    -donde, según relata la Biblia, se poso el Arca de Noe para quedar a
    salvo del Diluvio Universal- representa una paradoja en esta region
    signada por las conquistas: sus 5.200 metros de altura se elevan mas
    alla del río Arax, del otro lado de la frontera con Turquía.

    El pasado inalterado refleja un derrotero que se inicio 12 mil
    años antes de la era cristiana y se distingue con cierto esfuerzo
    entre los contornos de Turquía, Iran, Azerbaijan y Georgia. Hasta
    las mas modernas de las fuentes de agua que muestra orgullosa la
    capital Ierevan (tambien conocida como Erevan o Yerevan) remite a
    otros tiempos. Su diseño puede responder a líneas romanas (de fuerte
    influencia entre los siglos I aC. y IV de esta era), arabes (dominaron
    Armenia desde el siglo VI hasta el siglo IX), asirias, helenas,
    persas, egipcias, kurdas o rusas. Fueron tantas las culturas que,
    según el caso, se ocuparon de maltratar o enriquecer este apetecido
    manojo de tierra y piedra, que los armenios sembraron el suelo rocoso
    de señales perdurables para afirmar su propia identidad. Es facil aquí
    perder la nocion del patrimonio que fusiona el presente con el pasado:
    unos 40 mil monumentos historicos estan desperdigados en la placida
    atmosfera de valles, montañas y desfiladeros, vigilada con celo por
    grullas y aguilas.

    Museo de manuscritos

    Para retroceder en el tiempo con celeridad, los primeros testimonios
    se pueden rastrear en el Matenadaran, construido en el area centrica
    de Ierevan. Este museo de manuscritos antiguos almacena 16 mil
    documentos en armenio, latín, arabe, ruso, griego, hebreo, etíope,
    georgiano, sirio, frances y japones. La infaltable postal del Ararat
    se cuela por los ventanales de este soberbio edificio. La vista sin
    obstaculos del legendario monte solo desaparece en el valle del río
    Hraztan. Sin embargo, su nombre resurge entre la veintena de cafes
    y restaurantes posados sobre la orilla. Las mesas son distendidos
    balcones, rozados por las ramas de arboles pardí, que tiñen de verde
    el centro de la ciudad. Chorrillos de agua de manantial salpican el
    camino, que zigzaguea entre diques con cascadas y el río caudaloso,
    que no deja de exhibir su fondo de rocas.

    En Dzaghgatsor ("Valle de flores"), 60 km al norte de Ierevan, los
    turistas son transferidos de aquel reconfortante ambito de naturaleza
    urbana a un espectacular bosque de colores. Conviene disfrutarlo desde
    la privilegiada perspectiva de un circuito de aerosillas que aterriza
    en una pista de esquí. Abajo, un hilo de agua de deshielo y el sonido
    entrecortado de cigarras componen un murmullo casi imperceptible,
    cada tanto opacado por los gritos de familias que disfrutan de un
    picnic en un escenario idílico.

    A 20 km de Dzaghgatsor, rumbo al lago Sevan, la combi parece a punto
    de explotar. Doce turistas bailan como pueden el ritmo pegadizo de
    "Sarerí kamí" ("Viento de las montañas"), que propone desde un cd la
    voz de Harout Pamboukdjian, a fuerza de zhurna, dudúg (instrumentos
    de viento) y dhol, un tambor que se bate con las manos. La fiesta
    ambulante despabila a los vecinos de la aldea Noratús, a orillas del
    principal balneario de Armenia, que consiguen capear su timidez con
    palmas y sonrisas anchas. El origen volcanico de la zona se adivina
    por el color oscuro de la arena, que recubre reservas de basalto,
    granito y duf, la piedra característica de Armenia. Tambien aquí
    la mayor atencion vira hacia las alturas. El morro de una península
    avanza como una profunda estocada hasta el centro del lago y despliega
    un mirador del paisaje azul, coronado al fondo por el cordon montañoso.

    Los visitantes se apuran por trepar los 233 escalones que conducen
    a Guecharís, dos iglesias gemelas construidas entre los siglos XI
    y XIII. Sobre el pastizal que tiñe la colina de amarillo palido
    se entremezclan decenas de jachkar (cruces que promedian 3 metros
    de altura, talladas en piedra) con las melancolicas melodías del
    trovador Sayat Nova y el religioso Gomidas que despide la mandolina
    de Mikael Agopian. Su visible estado de felicidad parece contagiar
    a la turista Takuhí Karnikian, tambien seducida para siempre por el
    influjo del lago Sevan.

    Pese a que todos los caminos de Armenia se sumergen en una abrumadora
    secuencia de símbolos, a los que periodicamente los pobladores rinden
    culto para reafirmar su tradicion cristiana, en el templo de Garní,
    a 30 km de Ierevan, todavía reinan las señales paganas. Como un bastion
    que desafía desde lo alto de una meseta alargada, el último testimonio
    politeísta visible obliga de entrada a reverenciar a las deidades
    naturales: el cuerpo se inclina sobre cada uno de los escalones
    demasiado altos y el sol impiadoso obnubila la vista. Repentinamente,
    se agigantan las 24 columnas jonicas que sostienen la construccion,
    emplazada en el siglo I antes de la era cristiana junto a la residencia
    veraniega de los reyes armenios.

    Haik, el creador de Armenia

    Alrededor se multiplican las iglesias que conservan innumerables
    estilos de arquitectura sacra, pero que respetan sin excepciones la
    traza interior cruciforme. La antiguedad de los solidos íconos de la fe
    (los templos y las moles de cruces talladas) se calcula por siglos.

    Remiten a la adopcion del cristianismo como religion oficial en el año
    301, un hito clave en la suerte corrida por los descendientes de Haik
    (el creador de Haiastan o Armenia). Por estos días, Echmiadzín, la
    sede mundial de la Iglesia Apostolica Armenia esta abocada a alentar la
    participacion de los fieles en los actos organizados para conmemorar en
    este país y su diaspora -diseminada en los cinco continentes desde que
    cientos de miles de personas fueran desterradas por el Imperio otomano-
    el centenario del primer genocidio del siglo XX. La ceremonia central
    se llevara a cabo el 24 de abril en Dzidzernagapert, en la periferia
    de Ierevan, donde en 1965 fue construido el monumento que recuerda
    a 1.500.000 armenios masacrados por los turcos medio siglo antes.

    Por un rato, la vegetacion que adorna la ruta desde la capital
    en direccion a Keghart desplaza la supremacía de las centenarias
    construcciones. Desde el suelo rocoso se dispara el brillo de las
    piedras tuf y sadanaí achk (ojo de Satanas) y los tonos de rojo,
    amarillo y violeta de los sauces se alternan con el verde oscuro de un
    pinar. De pronto, en el horizonte bailotea una infinidad de pañuelos
    multicolores suspendidos en las ramas de un arbol, que conserva en
    silencio los mejores deseos de la gente que concurre al Monasterio de
    Keghart. El complejo de tres niveles fue levantado entre los siglos
    IV y XI, despues de que fuera perforada la roca.

    Los túneles abiertos detras del atrio conducen un paseo por la
    penumbra, que oscurece una pileta llena de monedas y mensajes
    escritos. El eco de cualquier voz permanece durante mas de un minuto
    en esta sugerente caverna, como para estremecer hasta el espíritu
    menos sensible. Por las dudas, el guía Hovíg Stepanian se anima con
    un canto litúrgico y su voz -grave y afinada- confirma el fenomeno.

    A la hora del regreso, oscurece en Ierevan. Es el momento indicado
    para amargar el paladar con un cafe con borra y, simultaneamente,
    endulzarlo con un empalagoso kadaíf (postre de hojaldre, con almíbar
    y nuez) en alguno de los bares reproducidos como plaga en los parques
    públicos y bulevares, donde niños juguetean entre fuentes de agua y
    maceteros llenos de flores. El final de la jornada, estrellado y con
    una agradable brisa fresca, tambien es propicio para elegir uno de
    los 80 sencillos carritos de la calle Broshian (cerca del estadio de
    fútbol Hraztan) y dar cuenta de un kebab (brochette de carne picada
    de vaca o cordero) y jorovadz (trozos asados de carne de cordero y
    cerdo y cebolla, envueltos en pan lavash).

    A la mañana, la gastronomía típica vuelve a ser el tema excluyente que
    agita la curiosidad y el apetito en un mercado popular de la avenida
    Mesrob Mashdots, repleto de frutas y verduras frescas que acaban
    de llegar del campo, lacteos, carne, nueces, duraznos y damascos
    secos y tiras colgadas del inigualable sudjúj, un dulce elaborado
    artesanalmente con jugo de uva y trozos de nuez.

    Las plazas del centro de Ierevan y el remodelado paseo Cascade semejan
    planos inclinados que atraen a miles de jovenes y ancianos.

    Nadie parece quedar al margen de la silenciosa multitud que pasa
    horas jugando al ajedrez y tavlí (parecido al backgammon), mientras
    analiza la siguiente jugada comiendo gud (semilla de calabaza). Una
    respetuosa platea de admiradores los observa, apoyada sobre esculturas
    y monumentos de marmol blanco.

    No bien traspasa las últimas señales urbanas de la capital, la ruta
    de 70 km que deja atras Ierevan con rumbo oeste desenrolla la primera
    panoramica contundente de los cuatro picos nevados del Aragats. La
    cumbre mas alta del país (de 4.100 metros inmaculadamente blancos)
    parece una figura irreal al fondo de la ancha pradera verde, salpicada
    de flores silvestres, agrupadas en racimos rojos, amarillos, lilas
    y rosados.

    A la izquierda, de entre las nubes resaltadas por los destellos
    del sol vuelve a emerger el otro gigante que matizara la excursion:
    el omnipresente monte Ararat. A 30 km de Ierevan, las miradas viran
    hacia el puente de piedra de Ashdarag, que desde el siglo VII corona
    el impresionante cañon del río Kasaj. A 25 km de Abaran, tres vecinos
    de este pueblo privilegiado por la proximidad del Aragats muestran
    el Parque de las Letras Armenias como el fin de un sueño de larga data.

    "Cuando eramos parte de la Union Sovietica, hasta la Independencia
    de Armenia -declarada en 1991-, limpiaba la estatua de Lenin. Ahora
    cuido este paseo, un jachkar y la efigie de Mesrob Mashdots, creador
    del alfabeto armenio en el siglo V", revela Hrant Guluzian desde uno
    de los 36 caracteres tallados sobre rocas de 3 metros de alto.

    Asado en la cumbre

    Una hora mas tarde, el asador Edvard Gostanian anuncia la llegada
    al techo de la montaña, donde la nieve y un viento frío delinean un
    paisaje repentinamente invernal. Cuatro mesas al aire libre estan
    dispuestas para almorzar jash -patas de cerdo cocidas en su jugo-
    y pescado sig, cobijados por el Aragats y con la impecable presencia
    del Ararat al frente. Dos horas despues desandamos la ladera y el
    pastizal vuelve a ofrecer su compañía luminosa y multicolor. Esta
    vez, el monte bíblico se sitúa como guardian a espaldas de las
    ruinas de Ampert, una fortaleza del siglo VII reconstruida cuatro
    siglos despues. Sobre una colina bordeada por un inquietante vacío,
    los armenios erigieron en el siglo XI la iglesia Santa María.

    El legado del pasado de Armenia presenta mas misterios a desentrañar
    a 217 km al sur de la capital. Cerca de Sisian, un círculo irregular
    de rocas resalta sobre el suelo tapizado de hierba amarilla y ceniza
    volcanica. Una placa amarillo-verdosa de musgo oculta la corteza
    aspera de los 204 gigantes de basalto de Zorats Karer ("Fortaleza
    de piedras"), cuyos espigados cuerpos de entre 50 centímetros y 3
    metros de alto y 10 toneladas de peso resisten de pie los vientos
    implacables del Caucaso: un enigma que astrofísicos, antropologos y
    geologos develan en cuentagotas desde los años 80. Apenas lograron
    determinar que estas moles fueron levantadas hace mas de 4 mil años.

    Desde algún recodo de las alturas baja Anahid, de 80 años, que camina
    seis horas diarias para arrancarle flores al suelo ajado de su tierra y
    ofrecerlas por unas monedas. "Soy parte de estas montañas. De a poco,
    en lugar de enemigos llega gente que admira este país", susurra,
    al tiempo que estira su mano arrugada para regalar el racimo mas
    grueso. Es inútil recobrar la nocion del tiempo. En Armenia, es
    siempre un dato imprecise.

    http://www.clarin.com/todoviajes/armenia-cultura-milenario-ierevan-ararat_0_1331868452.html



    From: Emil Lazarian | Ararat NewsPress
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